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lunes, 12 de abril de 2010

El segundero (tiempo sino tiempo)

No importa el tiempo, sino el tiempo. Según Hume, la excelsitud de un artista se mide en analogía a un reloj. Si sólo marca las horas, es un artista más bien tosco -esto ya no lo dice Hume, no puedo estar muchos minutos ni segundos sin intervenir y destruir las citas-, y si marca también los minutos y los segundos estaríamos hablando de un artista de percepción y ejecución en creciente sofisticación. Esto se puede comprobar en cualquier obra de arte al alcance de nuestras manos, sobre todo si nos tomamos el tiempo necesario para desmenuzarla, transformar las horas en minutos y los minutos en segundos. Claro que hay obras que lo permiten -La mujer sin cabeza del Martel- y otras que se agotan rapidamente en horas -no voy a dar ejemplos-: la paradoja es que las obras que gozan de tiempo caen inexorablemente bajo el dominio de un fino, pero apurado, segundero.
Pero más allá de la escalada de matices hipersutiles cuyo final no sería sino un diseño estilo matrix en el cual cada segundo cifra un detalle, el tiempo no es tiempo sino cuando logramos preguntarnos como San Agustín acerca de lo inefable de su naturaleza. Allí -¡falsedad de los relojes!- vemos caer las horas, los minutos y los segundos, porque el tiempo no pasa, cae, cae como un telón crepuscular que precede a la noche, pileta negra, petróleo denso, donde se ahoga el artista al intentar, cual narciso, verse reflejado y beber. Tal vez allí pueda usar el segundero para remar, o para ajusticiar su corazón.
Conclusión: no importa el tiempo, sino el tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin poder hacer mayores comentarios, me limito a recordar una película de Bergman, La hora del lobo, en donde se retrata fielmente lo que aquí dices: la caída inevitable del tiempo, o agregando algo de mi parte, la caída agonizante del tiempo -en este caso los segundos- en el alma.

Se agradecen siempre tus letras.

Un fuerte abrazo.
Bárbara.

Anónimo dijo...

más se agradece tu recepción...

Gastón

Pd: y pensar que cuando te conocí yo prununciaba Descartes como el verbo descartar. ja sos mi madrina filosófica aunque no logres entender aún que cristian castro es wagner

un abrazo

Anónimo dijo...

Por mi parte, me agradaría que hubiese artistas que rompan el reloj y lo transformen en alguna especie de brújula...que simplemente den un esbozo hacia donde ir...y que el que mira/escucha/lee vaya en esa dirección o quizás tome un camino distinto a riesgo de uno interpretar.
(creo que comenté todos tus escritos..Perdón no puedo dejar de lado mi incontinencia para opinar)

un molesto cada vez más cerca de jacobo winograd!